Una mariposa aletea, parpadeo, vuelvo la cabeza y el río ya ha pasado. La nieve se ha hecho nube, la nube mar, el cielo se ha apagado, hablado y callado. Una hoja se desprende y baila mecida por el viento, Martina nace, Delibes muere... ¿acaso viven las palabras que no se escriben?
Veo en mi risa una arruga nueva y en el horizonte, las rasgadas velas de mis sueños aún preñadas por el viento. No hay tierra más firme que el asfalto y sin embargo, mis pies prefieren el barro. Qué vengan, qué vengan las piedras y los palos, las crecidas, las sequías, los chapuzones, el frío, la niebla y la tibieza, que venga lo que venga, que sea lo que sea, tengo sesenta segundos para atraparlo.



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