"If you can fill the unforgiving minute with sixty seconds´worth of distance run, yours is the Earth and everything that´s in it (...)" Kipling
miércoles, 27 de octubre de 2010
En el mejor de los mundos
De vez en cuando me gusta pasar un rato con los callejeros del Retiro.
Ayer Quique y Jose, dos veteranos de la calle curtidos en mil plazas, estaban sentados en un banco, cerveza en mano.
Mientras Quique afina su guitarra, Jose comenta perdiendo su mirada entre los árboles de la plaza:
- ¿Sabéis cuál es el último descubrimiento de Isaac Asimov?
- No. ¿Cuál? -pregunta Quique sin dejar de ajustar las clavijas de la guitarra-.
- Pues ha demostrado que Dios no existe, que este planeta es fruto de la casualidad y que estamos solos en el universo.
- ¡Buá! Eso se veía venir.
Quique se arranca con Stairway to Heaven y Jose apura con media sonrisa su lata de cerveza.
lunes, 25 de octubre de 2010
Silenzio: el archivo de lo que no se dice
En algún recóndito rincón de nuestra memoria existe un lugar en el que se guarda todo aquello que alguna vez callamos.
Repleto de papeles en blanco, cajas, archivadores, montones que lo llenan todo, desde el techo hasta el suelo, de izquierda a derecha y viceversa. Se nada entre columnas de papeles de inverosímiles texturas; algunos retorcidos sobre si mismos como un capullo en un jardín, otros languideciendo, altivos, tímidos o misteriosos; papeles en blanco.
Es el archivo de lo que no dijimos. En él se pueden encontrar desde la primera palabra -esa que no tiene letras-, hasta la última -ésta que no escribo ahora-. Es un lugar ingrávido en el que sólo se puede bucear, flotar, reposar, buscar y rebuscar. ¿Al encuentro de qué? De vidas que no vivimos, de secretos que no quisimos saber, de verdades que nunca reinaron porque se las mantuvo encerradas, de tesoros perdidos, de anhelos tan profundos como abismos y de sueños tan antiguos como nosotros mismos.
Y es que el silenzio no es la ausencia de palabras, sino de sonidos. Pero las palabras no necesitan del sonido para existir. Ellas simplemente viven.
Una vez alguien dijo algo que nos hizo entender, aunque también hubo silenzios que nos hicieron comprender. Una vez alguien dijo algo que nos hizo llorar, aunque también hubo quién nos arrancó lágrimas sin decir ni mú. Las palabras. No hace falta pronunciarlas para que transmitan las emociones que las hacen nacer.
Si el conjunto de nuestras emociones fuera nuestra vida, entonces todo aquello que callamos es la verdad más íntima de nosotros, tanto, que tantas veces lo negamos y olvidamos.
Todos nuestros silenzios, los que mantuvimos con otras personas y también los que tuvimos con nosotros mismos, muestran la cara del espejo que refleja el alma, nuestro ego, el yo que vive la vida que nuestra conciencia deshecha por imprudente.
Mi silenzio es un yo.
El tuyo es un tú.
Y éste, es un viaje para conocernos tú y yo.
Inspirado en la inspiración de Clara Graziolino
CARTA A MIS PIES
Con la tenacidad de una hormiga he ido acopiando mis lecciones. Siempre debo recordarme que no sé nada para así ser capaz de seguir aprendiendo. Hoy soy un poco más viejo siendo aún joven. He sido capaz de nadar cuarenta largos. Antes simplemente los nadaba.
Tengo que superarme cada día aunque tantas veces pierdo. Sigo, vuelvo, lo consigo o no, pero sigo. En mis órganos y extremidades aún se sencuentra la fuerza necesaria para hacer del mundo mi casa. En mi mente, la madurez que antes siempre me faltaba. Mis emociones aún pueden desbocarse pero también contenerse. Es un momento óptimo para convertirme en quien soy.
Si delante del espejo me miro con un solo ojo, creo que no tengo nada. Si me miro con el otro, creo que lo tengo todo. Si me miro con los dos casi no me reconozco porque me veo lejos, allá, al fondo del cristal.
Ese soy yo, me digo. Pero no me alcanzo. Cuarenta amores, cuatrocientos errores, conquistas, decepciones, aciertos, pérdidas, hallazgos, cíclopes y sirenas. Hasta que un día vuelva a mirarme y me tenga delante y sea más viejo y siga sin saber nada pero me reconozca a mi mismo y diga: ¡Este soy yo!
Entonces tal vez mire a mi espalda para contemplar el camino y proclamarlo mío. Cuando ese yo me mire a mí quiero que no vea mentira alguna, ni odio, ni omisión. Que mis faltas sean desconocimiento y alguna dosis de cobardía, dejadez y orgullo. Cuarenta largos más.
Desde ésta, mi atalaya, veo ya una estela tras de mi. ¡Enhorabuena mis queridos pies! Ya hemos hecho camino. Dimos muerte a los cíclopes y somos libres. La mar nos partió en dos y alcanzamos una orilla. Nos engañamos a nosotros mismos y nos desengañamos. Aprendimos y olvidamos. Vosotros, mis maltrechos pies, sabéis mejor que yo cuánto hemos andado ya. Pero yo mejor que vosotros sé cuánto nos falta.
Así pues, en marcha que no es tiempo ahora de mirar atrás. Delante tenemos un puente tendido suspendido sobre un abismo. Os necesito cautos y ligeros. Vayamos despacio, sin miedo.
¿Os acordáis de Mohammed en Al Hoceima? Atravesamos los cedrales ladera arriba y al llegar, la cumbre resultó ser un acantilado panorámico con vistas a España, allende el mediterráneo. Allí sentados, Mohammed nos dijo que él no creía en Dios. Ni en el musulmán ni en el cristiano. Que él sólo creía en sus pies.
Vayamos pues, para que cuando alcancemos al yo del espejo hayamos hecho de nuestro camino un Dios al que rezar ante el siguiente abismo. Porque los senderos por los que pasamos trenzan los estribos que nos sujetarán en el siguiente desfiladero. Por eso es tan importante respetar el camino de quienes se cruzan en el nuestro, porque cualquier tensión o distensión indebida podría hacerle caer o desviarse significativamente.
Las personas pasamos por la vida de otras personas de muy distintas maneras. Hay quienes se cruzan a toda velocidad, hay quienes te acompañan y quienes se cuelgan. Unos te animan otros te empujan, unos te guían otros te arrastran. Sumidos en nuestra ignorancia, trazamos nudos unos con otros que conforman una red.
Al contrario que el resto de las religiones, la de mis pies no le dice a nadie como debe caminar. Porque tu Dios dicta tus pasos y el mío los míos. Camino y dejo caminar porque creo que lo único que nos espera más allá somos nosotros mismos.
Donde no haya camino solo queda volar. Pero los pies no vuelan; tendré que perderlos. Entonces tiraré del hilo de las lazadas de mi vida y con el tejeré mis alas. Por eso es tan importante respetar el camino de quienes se cruzan en el nuestro. Porque una puntada mal dada te puede joder la eternidad.
Mis queridos pies; caminar sin pisar a nadie, sin poner la zancadilla y sin un norte más al norte que el del resto. Porque vosotros, aunque seas dioses, sólo sois carne, hueso y sangre. Allá donde me dejéis, volveré a encontraros. Vosotros sois mi conexión con la tierra y seguiréis siéndolo cuando muera.
Vayamos pues, mis queridos pies. Que después de éste puente habrá un valle o una montaña o un mar, un río, otros pies, otros suelos, nuevas ampollas. Podremos bailar y chapotear, os lo prometo.
Vamos. Id vosotros delante que ahora os alcanzo.
Rode Maan. 16 de febrero de 2010.
jueves, 14 de octubre de 2010
Pintura de Khalil Gibran
Todo lo que puede morirse muere
y lo que no, permanece.
Todo lo que muere desaparece
y lo que no, se desvanece.
Todo lo que ella ha sido sigue siendo
y lo que no, nunca será.
Todo lo que ha vivido es un sueño
y lo que no, no existirá.
Ella muerta; ¿se va?
Ella desdoblada; ¿se queda?
Ella...
Durmiendo sueña
que soñando muere.
que soñando muere.
lunes, 11 de octubre de 2010
Momentos in_voluntarios
Un fotógrafo nunca sale en las fotos. Excepto cuando la foto te la hace otra persona. La mirada de los voluntarios siempre me ha servido para re-descubrir África. Pero además, algunos me han ayudado a verme a mí mismo a través de sus ojos.
Durante la visita a un colegio para supervisar la construcción de un tanque de almacenamiento de agua de lluvia, me pongo a charlar con este niño. Quiere probarse mis gafas de sol y se las dejo. Está muy simpático y pide una foto a gritos. Al arrodillarme me doy cuenta que en el reflejo se ve a alguno de los voluntarios que están detrás de mi y opto por un primer plano, para que se les vea bien. Hago la foto de arriba. No me quedo satisfecho, pero no hago más.
Resulta que al mismo tiempo Jesús -a quién se puede ver en el reflejo de las gafas, al fondo, apoyado contra el árbol-, está disparándome a mi y saca la foto de abajo. Me gusta mucho más que la mía y no porque salga yo, sino porque nuestras miradas confluyen. La mía, la suya y la del niño. Gracias, Jesús.
Sé que a veces los ojos sangran ante tanta miseria. Pero los compañeros y compañeras que han ido a Tanzania a colaborar voluntariamente han sido valientes y han mirado siempre de frente. Curaos los ojos, pero nunca borréis lo visto.
martes, 5 de octubre de 2010
El río de la vida
Navegando anchos ríos y
atravesando largos puentes,
así pasan los años,
así se llega al mar.
Cuando no sepas dónde ir
hazte remolino.
Cuando tengas prisa por llegar
sé un torbellino.
Pero cuando vayas a desembocar
vete despacio, segundo a segundo,
latido a latido.
Besa las piedras que arrastres contigo
porque en ellas están tus huellas
y mi camino.
Tan antiguo y rodado como tú,
yo seré el canto que llegue contigo.
Una vez allí, saltaremos más allá.
lunes, 4 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)




