Estos montocitos de piedras son un sistema de comunicación entre miembros de una familia. Se localizan en distintos puntos estratégicos, resguardados del viento y ubicados en cruces de caminos invisibles para cualquier ojo que no haya nacido en el desierto. Cuando un miembro de la familia pasa, deja una piedra en el correspondiente montón, de ese modo si otro pasa, sabe cuantos se han ido en una dirección y cuantos en otra. Al volver recogen su piedra y así todos saben que está volviendo a casa. En la vida nómada del desierto es un sistema muy útil. Cada familia tiene varios campamentos y en cada clan hay diversas familias. Con estas pilas de piedras pueden saber cuántos hay en cada campamento y deducir quienes. Barato y eficaz.
"If you can fill the unforgiving minute with sixty seconds´worth of distance run, yours is the Earth and everything that´s in it (...)" Kipling
miércoles, 1 de diciembre de 2010
viernes, 12 de noviembre de 2010
Vivir hasta el final o morir en el intento
Si miramos al adolescente que fuimos y tratamos de ridiculizar sus sueños y aspiraciones, si no tenemos nada que decirle o peor aún, si somos incapaces de encontrarle, entonces es que hemos fracasado como adultos.
Si comparamos las cumbres que quisimos alcanzar con las que realmente alcanzamos y nos damos cuenta que hemos perdido, no caigamos en la trampa de creer que las metas que nos pusimos estaban por encima de nuestro alcance porque eso es sólo una excusa. El adolescente que soñaba con el Everest estaba capacitado para coronarlo; nosotros no. Ya no. ¿No?
Es tramposo decir que antes teníamos toda la vida por delante. Ahora también la tenemos. Toda la vida que nos queda aguarda ante nosotros. Nunca es tarde para vivir. El problema, como dice Rafael Reig, es que nos agarramos a los campos de patatas, en lugar de seguir buscando los de amapolas blancas.
miércoles, 27 de octubre de 2010
En el mejor de los mundos
De vez en cuando me gusta pasar un rato con los callejeros del Retiro.
Ayer Quique y Jose, dos veteranos de la calle curtidos en mil plazas, estaban sentados en un banco, cerveza en mano.
Mientras Quique afina su guitarra, Jose comenta perdiendo su mirada entre los árboles de la plaza:
- ¿Sabéis cuál es el último descubrimiento de Isaac Asimov?
- No. ¿Cuál? -pregunta Quique sin dejar de ajustar las clavijas de la guitarra-.
- Pues ha demostrado que Dios no existe, que este planeta es fruto de la casualidad y que estamos solos en el universo.
- ¡Buá! Eso se veía venir.
Quique se arranca con Stairway to Heaven y Jose apura con media sonrisa su lata de cerveza.
lunes, 25 de octubre de 2010
Silenzio: el archivo de lo que no se dice
En algún recóndito rincón de nuestra memoria existe un lugar en el que se guarda todo aquello que alguna vez callamos.
Repleto de papeles en blanco, cajas, archivadores, montones que lo llenan todo, desde el techo hasta el suelo, de izquierda a derecha y viceversa. Se nada entre columnas de papeles de inverosímiles texturas; algunos retorcidos sobre si mismos como un capullo en un jardín, otros languideciendo, altivos, tímidos o misteriosos; papeles en blanco.
Es el archivo de lo que no dijimos. En él se pueden encontrar desde la primera palabra -esa que no tiene letras-, hasta la última -ésta que no escribo ahora-. Es un lugar ingrávido en el que sólo se puede bucear, flotar, reposar, buscar y rebuscar. ¿Al encuentro de qué? De vidas que no vivimos, de secretos que no quisimos saber, de verdades que nunca reinaron porque se las mantuvo encerradas, de tesoros perdidos, de anhelos tan profundos como abismos y de sueños tan antiguos como nosotros mismos.
Y es que el silenzio no es la ausencia de palabras, sino de sonidos. Pero las palabras no necesitan del sonido para existir. Ellas simplemente viven.
Una vez alguien dijo algo que nos hizo entender, aunque también hubo silenzios que nos hicieron comprender. Una vez alguien dijo algo que nos hizo llorar, aunque también hubo quién nos arrancó lágrimas sin decir ni mú. Las palabras. No hace falta pronunciarlas para que transmitan las emociones que las hacen nacer.
Si el conjunto de nuestras emociones fuera nuestra vida, entonces todo aquello que callamos es la verdad más íntima de nosotros, tanto, que tantas veces lo negamos y olvidamos.
Todos nuestros silenzios, los que mantuvimos con otras personas y también los que tuvimos con nosotros mismos, muestran la cara del espejo que refleja el alma, nuestro ego, el yo que vive la vida que nuestra conciencia deshecha por imprudente.
Mi silenzio es un yo.
El tuyo es un tú.
Y éste, es un viaje para conocernos tú y yo.
Inspirado en la inspiración de Clara Graziolino
CARTA A MIS PIES
Con la tenacidad de una hormiga he ido acopiando mis lecciones. Siempre debo recordarme que no sé nada para así ser capaz de seguir aprendiendo. Hoy soy un poco más viejo siendo aún joven. He sido capaz de nadar cuarenta largos. Antes simplemente los nadaba.
Tengo que superarme cada día aunque tantas veces pierdo. Sigo, vuelvo, lo consigo o no, pero sigo. En mis órganos y extremidades aún se sencuentra la fuerza necesaria para hacer del mundo mi casa. En mi mente, la madurez que antes siempre me faltaba. Mis emociones aún pueden desbocarse pero también contenerse. Es un momento óptimo para convertirme en quien soy.
Si delante del espejo me miro con un solo ojo, creo que no tengo nada. Si me miro con el otro, creo que lo tengo todo. Si me miro con los dos casi no me reconozco porque me veo lejos, allá, al fondo del cristal.
Ese soy yo, me digo. Pero no me alcanzo. Cuarenta amores, cuatrocientos errores, conquistas, decepciones, aciertos, pérdidas, hallazgos, cíclopes y sirenas. Hasta que un día vuelva a mirarme y me tenga delante y sea más viejo y siga sin saber nada pero me reconozca a mi mismo y diga: ¡Este soy yo!
Entonces tal vez mire a mi espalda para contemplar el camino y proclamarlo mío. Cuando ese yo me mire a mí quiero que no vea mentira alguna, ni odio, ni omisión. Que mis faltas sean desconocimiento y alguna dosis de cobardía, dejadez y orgullo. Cuarenta largos más.
Desde ésta, mi atalaya, veo ya una estela tras de mi. ¡Enhorabuena mis queridos pies! Ya hemos hecho camino. Dimos muerte a los cíclopes y somos libres. La mar nos partió en dos y alcanzamos una orilla. Nos engañamos a nosotros mismos y nos desengañamos. Aprendimos y olvidamos. Vosotros, mis maltrechos pies, sabéis mejor que yo cuánto hemos andado ya. Pero yo mejor que vosotros sé cuánto nos falta.
Así pues, en marcha que no es tiempo ahora de mirar atrás. Delante tenemos un puente tendido suspendido sobre un abismo. Os necesito cautos y ligeros. Vayamos despacio, sin miedo.
¿Os acordáis de Mohammed en Al Hoceima? Atravesamos los cedrales ladera arriba y al llegar, la cumbre resultó ser un acantilado panorámico con vistas a España, allende el mediterráneo. Allí sentados, Mohammed nos dijo que él no creía en Dios. Ni en el musulmán ni en el cristiano. Que él sólo creía en sus pies.
Vayamos pues, para que cuando alcancemos al yo del espejo hayamos hecho de nuestro camino un Dios al que rezar ante el siguiente abismo. Porque los senderos por los que pasamos trenzan los estribos que nos sujetarán en el siguiente desfiladero. Por eso es tan importante respetar el camino de quienes se cruzan en el nuestro, porque cualquier tensión o distensión indebida podría hacerle caer o desviarse significativamente.
Las personas pasamos por la vida de otras personas de muy distintas maneras. Hay quienes se cruzan a toda velocidad, hay quienes te acompañan y quienes se cuelgan. Unos te animan otros te empujan, unos te guían otros te arrastran. Sumidos en nuestra ignorancia, trazamos nudos unos con otros que conforman una red.
Al contrario que el resto de las religiones, la de mis pies no le dice a nadie como debe caminar. Porque tu Dios dicta tus pasos y el mío los míos. Camino y dejo caminar porque creo que lo único que nos espera más allá somos nosotros mismos.
Donde no haya camino solo queda volar. Pero los pies no vuelan; tendré que perderlos. Entonces tiraré del hilo de las lazadas de mi vida y con el tejeré mis alas. Por eso es tan importante respetar el camino de quienes se cruzan en el nuestro. Porque una puntada mal dada te puede joder la eternidad.
Mis queridos pies; caminar sin pisar a nadie, sin poner la zancadilla y sin un norte más al norte que el del resto. Porque vosotros, aunque seas dioses, sólo sois carne, hueso y sangre. Allá donde me dejéis, volveré a encontraros. Vosotros sois mi conexión con la tierra y seguiréis siéndolo cuando muera.
Vayamos pues, mis queridos pies. Que después de éste puente habrá un valle o una montaña o un mar, un río, otros pies, otros suelos, nuevas ampollas. Podremos bailar y chapotear, os lo prometo.
Vamos. Id vosotros delante que ahora os alcanzo.
Rode Maan. 16 de febrero de 2010.
jueves, 14 de octubre de 2010
Pintura de Khalil Gibran
Todo lo que puede morirse muere
y lo que no, permanece.
Todo lo que muere desaparece
y lo que no, se desvanece.
Todo lo que ella ha sido sigue siendo
y lo que no, nunca será.
Todo lo que ha vivido es un sueño
y lo que no, no existirá.
Ella muerta; ¿se va?
Ella desdoblada; ¿se queda?
Ella...
Durmiendo sueña
que soñando muere.
que soñando muere.
lunes, 11 de octubre de 2010
Momentos in_voluntarios
Un fotógrafo nunca sale en las fotos. Excepto cuando la foto te la hace otra persona. La mirada de los voluntarios siempre me ha servido para re-descubrir África. Pero además, algunos me han ayudado a verme a mí mismo a través de sus ojos.
Durante la visita a un colegio para supervisar la construcción de un tanque de almacenamiento de agua de lluvia, me pongo a charlar con este niño. Quiere probarse mis gafas de sol y se las dejo. Está muy simpático y pide una foto a gritos. Al arrodillarme me doy cuenta que en el reflejo se ve a alguno de los voluntarios que están detrás de mi y opto por un primer plano, para que se les vea bien. Hago la foto de arriba. No me quedo satisfecho, pero no hago más.
Resulta que al mismo tiempo Jesús -a quién se puede ver en el reflejo de las gafas, al fondo, apoyado contra el árbol-, está disparándome a mi y saca la foto de abajo. Me gusta mucho más que la mía y no porque salga yo, sino porque nuestras miradas confluyen. La mía, la suya y la del niño. Gracias, Jesús.
Sé que a veces los ojos sangran ante tanta miseria. Pero los compañeros y compañeras que han ido a Tanzania a colaborar voluntariamente han sido valientes y han mirado siempre de frente. Curaos los ojos, pero nunca borréis lo visto.
martes, 5 de octubre de 2010
El río de la vida
Navegando anchos ríos y
atravesando largos puentes,
así pasan los años,
así se llega al mar.
Cuando no sepas dónde ir
hazte remolino.
Cuando tengas prisa por llegar
sé un torbellino.
Pero cuando vayas a desembocar
vete despacio, segundo a segundo,
latido a latido.
Besa las piedras que arrastres contigo
porque en ellas están tus huellas
y mi camino.
Tan antiguo y rodado como tú,
yo seré el canto que llegue contigo.
Una vez allí, saltaremos más allá.
lunes, 4 de octubre de 2010
jueves, 16 de septiembre de 2010
El Serengueti.

El Serengueti ha sido muy generoso conmigo. A lo largo de estos años me ha regalado innumerables e irrepetibles momentos.
Como el leopardo que dormía la siesta en la rama de un árbol, junto a la orilla del camino. Aquél gatito vio pasar un par de Dik Dik por debajo del árbol y ante nuestra nariz, saltó a por ellos pero fracasó.
O la manada de elefantes que destrozaban una acacia, hasta que uno se puso delante del coche y otro detrás, cerrándonos el paso. Nos barritaron y nos amenazaron pero salimos vivos.
O la manada de elefantes que destrozaban una acacia, hasta que uno se puso delante del coche y otro detrás, cerrándonos el paso. Nos barritaron y nos amenazaron pero salimos vivos.
Y los hipopótamos, durmiendo la siesta a plena luz.
Asante sana, Serengeti.
Asante sana, Serengeti.
Ibis etíope al vuelo

Me pregunto cuántos de esos sesenta segundos pasan desapercibidos y se nos escapan. Toda la belleza del mundo se puede concentrar en único y raudo instante, pero si nuestros sentidos no están atentos, se irá para siempre.
Por eso hay que mirar donde haya algo que ver, oír dónde haya algo que escuchar, paladear cuándo haya algo que comer y acariciar cuando haya algo para amar. Eso es todo lo que tenemos que hacer. No basta con estar ahí. Hay que vivirlo y una vez vivido guardarlo para siempre.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
miércoles, 23 de junio de 2010
Lámpara Santa Sofía
Estambul. Santa Sofía. Siglos y siglos de Historia de la Humanidad, así como de historias personales. Hay hasta grafitties vikingos en las barandillas.Sus bóvedas y mosaicos son difíciles de fotografiar, no sólo por sus dimensiones sino también porque hay una luz muy especial que lo envuelve todo de un misticismo contagioso.
Cuando ya nos íbamos, al pasar por debajo de esta lámpara, dejé la cámara en el suelo apuntando hacia el techo, activé el temporizador, me alejé y rogué que no pasara nadie por delante. Un milagro, pero así quedó.
martes, 18 de mayo de 2010
103 años bajo el mismo baobab



Riendo exclamó que ella no era tan mayor, ¡que su madre aún vivía! Reía tanto que me lo contagió. Luego se acercó otra señora que resultó ser su hermana gemela. Ahora reían aún más. Y yo cada vez más sorprendido. En un lugar donde la esperanza de vida es de 41 años, conocer a dos señoras gemelas de 82, tan joviales, cuya madre aún vivía es como estar ante un milagro. Acabaron invitándome a su casa para conocer a su madre.
Allí salió ella, una mujer de metro noventa de altura con un porte extraordinario y una expresión de viveza absoluta en todo su cuerpo. En sus manos llevaba tiras de mimbre con las que tejía unas cuerdas. En pleno uso de sus facultades mentales, le explicaron por qué había venido a verla un blanco. Rió, tan simpática como sus hijas, y me invitó a sentarme con ella.
Me contó detalles de una vida sorprendente, llena de superación, supervivencia, rebeldía, transgresión y mucha, mucha fortaleza. Nadie sabía cuántos años tenía porque en esa familia nadie sabía sumar. Echamos cuentas haciéndola recordar. Tuvo su primera hija, con su primer marido, a los dieciséis. De seguir viva, en ese momento hubiera tenido ochenta y siete. Por lo tanto, la buena mujer sumaba la friolera de 103 años. Cuando lo supo se sorprendió mucho:
Me contó detalles de una vida sorprendente, llena de superación, supervivencia, rebeldía, transgresión y mucha, mucha fortaleza. Nadie sabía cuántos años tenía porque en esa familia nadie sabía sumar. Echamos cuentas haciéndola recordar. Tuvo su primera hija, con su primer marido, a los dieciséis. De seguir viva, en ese momento hubiera tenido ochenta y siete. Por lo tanto, la buena mujer sumaba la friolera de 103 años. Cuando lo supo se sorprendió mucho:
- ¿Más de cien? -preguntó entre orgullosa e incrédula.
- Pues sí, ¿cuál es el secreto? -pregunté yo bromeando.
- Es por el babobab que hay detrás de la casa -respondió muy seria-. Me protege desde niña.
El adiós de mi casa
Este fue el día que me despedía de la casa más importante de mi vida. La de Los Corrales de Buelna, en Cantabria.
Me di un último paseo por el jardín que quince años antes yo mismo planté. Esos árboles y yo nos vimos crecer.
Cuando iba a cerrar el portón para no volver a abrirlo jamás, me detuve a contemplar la casa sesenta segundos más y este milano surgió de detrás. Reflejos felinos, cámara en mano; así fue su adiós.
Mercado de Nouakchot en Mauritania.
- Que mis hijas no tengan la vida que he tenido yo.
- Pero parece que te va bien. Vendes pescados muy grandes.
- Ahora sí, porque he aprendido a leer, sumar y restar. Antes sólo podía vender de poco en poco, porque no sabía cuánto me pagaban.
- ¿Tus hijas van a la escuela?
- Ahora sí porque vendo pescados más grandes.
- ¿Tu marido trabaja?
- ¡Mi marido! -se ríe- Me abandonó. Estoy sola con cinco hijos. Pero así estoy mejor. Antes vivíamos en una sola habitación, ahora he podido construir otra más y un baño.
- ¿Cómo lo has conseguido?
- Porque ya se sumar y vendo pescados más grandes.
Al final del camino

Son tantos los caminos que no andamos que a veces me pregunto si en verdad no los recorreremos todos. Eso explicaría que el camino aparece sólo cuando se llega al final. Aunque no lo hace ante nuestros ojos sino a la espalda.
Cuatro mil metros de altura sin echar la vista atrás. Simien Mountain. Etiopía.
Caminar a favor y contra las montañas tiene un efecto hipnótico en la memoria del caminante. También es ascender y descender por la orografía de nuestro interior. El tiempo se dilata y en una semana de sesenta segundos te sientas sobre el tejado de África.
miércoles, 28 de abril de 2010
Tanganyka

Incansables los pescadores del lago más largo del mundo y uno de los más profundos. En pleno ramadam, sin comer ni beber en todo el día, este pescador apuraba las últimas horas de luz antes de acercarse a la playa y en la misma orilla, comer algo en cuanto cayera el Sol.
Posiblemente, la falla de la que surgió la vida. En palabras de un amigo geólogo: el coño del mundo.
Charco dam

Durante las obras de drenaje de un embalse en Serengueti. Verano de 2009.
Unos cuantos niños aprovechaban la ocasión para vender té y galletas a los operarios de las máquinas. Vi a éste llenar su termo con el agua fangosa que quedaba en el fondo del embalse, llevársela a su madre para que la hirviera e hiciera té. Yo lo vi igual que quienes bebían el té pero no pareció importarles. Pagaron y se lo bebieron.
El embalse ya está terminado. Podrían beber agua limpia si no fuera porque alguien roba los grifos. Eso fuerza que el ganado abreve directamente en el embalse, junto a los seres humanos.
martes, 27 de abril de 2010
Blanco y Negro
Manobel se acercó a mí en la playa de Bagamoyo para venderme estatuas de madera. Le dije en su idioma que sólo le compraría una que hiciéramos entre los dos.
Me llevó a su taller y me enseñó a tallar. Dibujó la cara, me dio una maza y un cincel y me dijo que hiciera lo mismo que él.
Cada golpe descubría vetas blancas o negras. La fusión del ébano desde dentro de sí mismo. Un ojo él otro yo. Un lado de la nariz él; otro yo. Si en su parte salía blanco, en la mía negro y viceversa.
Así hasta que se revela un rostro de alma blanca y negra.
Nos hicimos amigos en sesenta segundos.
Me llevó a su taller y me enseñó a tallar. Dibujó la cara, me dio una maza y un cincel y me dijo que hiciera lo mismo que él.
Cada golpe descubría vetas blancas o negras. La fusión del ébano desde dentro de sí mismo. Un ojo él otro yo. Un lado de la nariz él; otro yo. Si en su parte salía blanco, en la mía negro y viceversa.
Así hasta que se revela un rostro de alma blanca y negra.
Nos hicimos amigos en sesenta segundos.
Alzarse contra el cielo
Caer contra el suelo. Levantarse y encararse a Dios si hace falta.
Caer contra el suelo. Alzarse de nuevo y retar a los titanes.
Caer contra el suelo. Erguirse en rebelión y morder los pies del amo.
Caer contra el suelo. Así toda la eternidad.
Caer contra el suelo. Alzarse de nuevo y retar a los titanes.
Caer contra el suelo. Erguirse en rebelión y morder los pies del amo.
Caer contra el suelo. Así toda la eternidad.
¡Qué dura es la tarea de los ángeles condenados por cuestionar el orden de las cosas! Negados y rechazados pero es en su lucha donde se gesta nuestra conciencia.
Donde el principito se encontró con el zorro

En Wadi Rum hay signos de mucha vida. Pero de una vida que no se deja ver. Huellas en la arena que cada mañana el viento borra. Grabados en la roca y voces en el viento. No es posible estar más sólo que en las noches del desierto, aunque te estén mirando tantos pares de ojos como estrellas hay en el cielo.
Mis sesenta segundos en el desierto me enseñaron a caminar bien calzado por los senderos de la imaginación pero descalzo por la arena. Aprendí a amar lo efímero de una huella y a comprender lo eterno de un camino. Y que cuando se suben todos los peldaños de un sueño, entonces hay que bajarlos para convertirlo en la realidad que pisamos.
El mundo partido
La bola del mundo partida delante de un colegio en Jazmel, Haití, cien días después del terremoto.
De los sesenta segundos de ese instante recuerdo el silencio. Arrodillarme para tomar la foto, ver los pupitres vacíos de fondo y pensar ¿dónde están esos niños que no están soñando ni aprendiendo a pensar? Haití tiene que re-inventarse.
De los sesenta segundos de ese instante recuerdo el silencio. Arrodillarme para tomar la foto, ver los pupitres vacíos de fondo y pensar ¿dónde están esos niños que no están soñando ni aprendiendo a pensar? Haití tiene que re-inventarse.
Si pudiéramos empezar de cero, ¿cómo querríamos que fuera nuestro mundo? Si nuestra sociedad se hubiera venido abajo y todos nosotros viviéramos en la calle, ¿volveríamos a construir igual que antes? ¿Querríamos volver a lo que tuvimos o mejoraríamos los defectos? ¿Cómo lo haríamos? Las soluciones sólo pueden nacer de la imaginación.
Declaración de principios

Vivir cada minuto como una carrera de sesenta segundos y detenerse sólo para jugar como los niños, escuchar a los amigos y mirar al infinito.
Vivir coherentemente y cuando no se pueda, que sea por una buena causa.
Vivir coherentemente y cuando no se pueda, que sea por una buena causa.
Vivir con plena consciencia de estar vivo y de estar viviendo.
Vivir hasta morir y nada más.
Vivir hasta morir y nada más.
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